En el Nuevo Testamento econtramos la frase "unos a otros" en 41 versículos, haciendo referencia a la labor que tenemos unos con otros: ayudándose unos a otros, hablándose unos a otros, preguntándose unos a otros, mirándose unos a otros, amándose unos a otros. Definitivamente hemos sido creados para vivir en sociedad, no estamos diseñados para vivir aislados los unos de los otros, nos necesitamos. Tal vez en otros tiempos el hombre pudo ser autosuficiente en cuanto a las necesidades para subsistir, pero hoy en día no es así. Necesitamos del que hace los zapatos, del que siembra el arroz, del que labora en un banco, del que limpia las calles, del que atiende el teléfono, del que cocina, del que dirige al país, del que nos brinda las noticias; en fin, necesitamos de lo que hacen los demás.
Es común organizarnos en grupos que tienen algo en común, y es común que tendamos a despreciar al que no se asemeja a lo que une al grupo, como el caso de esta historia, algo que bien conocemos bien todos, un problema de racismo que al parecer ha ido bajando su volumen con el paso de los años. Posiblemente hoy la vemos como algo que solía pasar en ese país hace muchos años, pero la realidad es que sigue pasando, en ese, en este y en todos los países. Marginamos por raza, por profesión, por clase, por dinero, por apariencias (casa, ropa, carro, etc), marginamos por nivel de sabiduría (humana) y hasta por la forma de pensar. Que falta hace una persona que se arriesgue y marque la diferencia, como PeeWee Reese, que no teme salir al campo con la mirada de sus compañeros y de una multitud, y decide marcar la diferencia. El mundo hoy en día está esperando que los que creemos en Jesucristo marquemos la diferencia, que no tengamos miedo de parar el ritmo acelerado de vida, y demostremos que hay amor y esperanza en Cristo Jesús, porque nos ha dejado una instrucción bien clara:
"Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado." (Juan 15:12 RV60)