Esta es la historia de un sultán que soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.
- ¡Qué desgracia mi señor! - exclamó el sabio - Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad.
- ¡Qué insolencia! - gritó el sultán enfurecido ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.
Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado.
Este, después de escuchar al sultán con atención, le dijo:
- ¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada.
El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.
Se iluminó el semblante del sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
- ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro!.
- Recuerda bien amigo mío - respondió el segundo sabio "Que todo depende de la forma en el decir.... uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. La verdad puede compararse con una piedra preciosa, si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado."
Es común que nosotros queremos oir la verdad a nuestro gusto. Una y otra vez Jesús les había dicho a sus discípulos adónde se iba; pero, por lo que se ve, no le habían entendido. «Estaré con vosotros un poco más de tiempo, y luego volveré al que me envió» (Juan 7:33). Jesús les había dicho claramente que iba al Padre que le había enviado, con el que era una misma cosa; pero ellos todavía no sabían de qué viaje se trataba. Y menos todavía se habían enterado de cuál sería el camino, que Jesús les había dicho que pasaba por la Cruz.
Para entonces, los discípulos ya estaban totalmente confusos. Jesús le dijo a Tomás: "Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida» (Juan 14:6), pero no entendieron o no quisieron aceptar este camino al Padre. En esta frase, Jesús tomó tres de las grandes concepciones básicas de la religión judía, e hizo la tremenda declaración de que en Él se habían hecho realidad.
Los judíos hablaban mucho del camino por el que había que andar, y de los caminos de Dios. Moisés le dijo al pueblo de parte de Dios: "No os apartéis a diestra ni a siniestra. Andad en todo el camino que el Señor vuestro Dios os ha mandado» (Deut 5:32-33 ). Y Moisés le dijo al pueblo: «Porque yo sé que después de mi muerte ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado» (Deut 31:29).
También había dicho Isaías: «Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él» (Isaías 30:21). En el glorioso nuevo mundo habría una calzada y camino que se llamaría Camino de Santidad, por la que no irían los inmundos, y el mismo Señor estaría con ellos; y los viandantes, aunque fueran sencillos, no se perderían, ni los atacarían las fieras (Isa 35:8). La oración del salmista era: «Enséñame, oh Señor, tu camino» (Salmo 27:11). Los judíos hablaban del camino de Dios por el que hay que ir. Jesús dijo: «Yo soy el Camino.»
¿Qué quería decir? Imagine que nos encontramos en un pueblo desconocido y preguntamos por unas señas. Supongamos que la persona a la que hemos preguntado nos dice: «Tome la primera a la derecha, y la segunda a la izquierda; cruce la plaza, pase la iglesia, tome la tercera a la derecha y la carretera que usted busca es la cuarta de la izquierda.» Lo más probable es que nos perdamos a mitad de camino. Pero supongamos que esa persona nos dice: «Vengan ustedes. Yo los llevaré.» En ese caso, esa persona es para nosotros el camino, y no nos podemos perder. Eso es lo que Jesús hace por nosotros. No Se limita a darnos consejos y direcciones, sino que nos lleva de la mano, y nos fortalece y nos guía cada día. No se limita a indicarnos el camino; Él es el camino.
Jesús dijo también: "Yo soy la Verdad.» El salmista había dicho: «Enséñame, oh Señor, tu camino; caminaré yo en tu verdad» (Salmo 86:11). «Porque tu misericordia está delante de mis ojos, y ando en tu verdad» (Salmo 26:3). «Escogí el camino de la verdad» (Salmo 119:30). Muchos nos habían dicho la verdad, pero ninguno llegó a encarnarla.
Hay una cosa de suprema importancia acerca de la verdad moral. El carácter de un profesor no afecta a su enseñanza de geometría o de gramática latina. Pero si se trata de un profesor de ética, su carácter influye decisivamente. Un adúltero que enseñara la necesidad de la fidelidad conyugal, un avaro que tratara del valor de la generosidad, un orgulloso que hablara de la belleza de la humildad, un violento que defendiera la calma, un sádico que exhortara al amor... no tendrían mucho éxito. La verdad moral no se transmite sólo con palabras; tiene que mostrarse en el ejemplo. Y es ahí donde el mejor maestro humano se quedará corto. Ningún maestro ha sido la personificación de la verdad que enseñaba más que Jesús. Muchos podrán decir: «Yo os enseño la verdad;» pero sólo Jesús pudo decir: «Yo soy la verdad.» Lo más tremendo de Jesús es que la verdad moral no encuentra en Él simplemente su mejor expositor, sino su mejor realizador.
Jesús dijo también: "Yo soy la vida.» El autor de Proverbios había dicho: «Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz; y camino de vida las reprensiones que te instruyen» (Prov 6:23). «Camino a la vida es guardar la instrucción» (Prov 10:17). «Me mostrarás la senda de la vida» (Salmo 16:11). En último análisis, lo que la humanidad está siempre buscando es la vida. No busca tanto el conocimiento en sí, sino lo que hace que la vida valga la pena. Cierto novelista pone en boca de uno de sus personajes, que está enamorado: "Yo no sabía lo que era la vida hasta que la vi en tus ojos.» El amor le había descubierto la vida. Eso es lo que hace Jesús. La vida con Jesús es la auténtica.
Hay una manera de decir todo esto que incluye todas estas verdades. Jesús dijo: "No se puede llegar al Padre nada más que pasando por Mí.» Él es el único camino que conduce al Padre. Solamente en Jesús podemos ver cómo es Dios; y Él es el único que puede conducirnos a la presencia de Dios sin vergüenza ni temor.
"Que tus palabras sean más valiosas que el silencio que rompen"
- ¡Qué desgracia mi señor! - exclamó el sabio - Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad.
- ¡Qué insolencia! - gritó el sultán enfurecido ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.
Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado.
Este, después de escuchar al sultán con atención, le dijo:
- ¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada.
El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.
Se iluminó el semblante del sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
- ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro!.
- Recuerda bien amigo mío - respondió el segundo sabio "Que todo depende de la forma en el decir.... uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. La verdad puede compararse con una piedra preciosa, si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado."
Es común que nosotros queremos oir la verdad a nuestro gusto. Una y otra vez Jesús les había dicho a sus discípulos adónde se iba; pero, por lo que se ve, no le habían entendido. «Estaré con vosotros un poco más de tiempo, y luego volveré al que me envió» (Juan 7:33). Jesús les había dicho claramente que iba al Padre que le había enviado, con el que era una misma cosa; pero ellos todavía no sabían de qué viaje se trataba. Y menos todavía se habían enterado de cuál sería el camino, que Jesús les había dicho que pasaba por la Cruz.
Para entonces, los discípulos ya estaban totalmente confusos. Jesús le dijo a Tomás: "Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida» (Juan 14:6), pero no entendieron o no quisieron aceptar este camino al Padre. En esta frase, Jesús tomó tres de las grandes concepciones básicas de la religión judía, e hizo la tremenda declaración de que en Él se habían hecho realidad.
Los judíos hablaban mucho del camino por el que había que andar, y de los caminos de Dios. Moisés le dijo al pueblo de parte de Dios: "No os apartéis a diestra ni a siniestra. Andad en todo el camino que el Señor vuestro Dios os ha mandado» (Deut 5:32-33 ). Y Moisés le dijo al pueblo: «Porque yo sé que después de mi muerte ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado» (Deut 31:29).
También había dicho Isaías: «Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él» (Isaías 30:21). En el glorioso nuevo mundo habría una calzada y camino que se llamaría Camino de Santidad, por la que no irían los inmundos, y el mismo Señor estaría con ellos; y los viandantes, aunque fueran sencillos, no se perderían, ni los atacarían las fieras (Isa 35:8). La oración del salmista era: «Enséñame, oh Señor, tu camino» (Salmo 27:11). Los judíos hablaban del camino de Dios por el que hay que ir. Jesús dijo: «Yo soy el Camino.»
¿Qué quería decir? Imagine que nos encontramos en un pueblo desconocido y preguntamos por unas señas. Supongamos que la persona a la que hemos preguntado nos dice: «Tome la primera a la derecha, y la segunda a la izquierda; cruce la plaza, pase la iglesia, tome la tercera a la derecha y la carretera que usted busca es la cuarta de la izquierda.» Lo más probable es que nos perdamos a mitad de camino. Pero supongamos que esa persona nos dice: «Vengan ustedes. Yo los llevaré.» En ese caso, esa persona es para nosotros el camino, y no nos podemos perder. Eso es lo que Jesús hace por nosotros. No Se limita a darnos consejos y direcciones, sino que nos lleva de la mano, y nos fortalece y nos guía cada día. No se limita a indicarnos el camino; Él es el camino.
Jesús dijo también: "Yo soy la Verdad.» El salmista había dicho: «Enséñame, oh Señor, tu camino; caminaré yo en tu verdad» (Salmo 86:11). «Porque tu misericordia está delante de mis ojos, y ando en tu verdad» (Salmo 26:3). «Escogí el camino de la verdad» (Salmo 119:30). Muchos nos habían dicho la verdad, pero ninguno llegó a encarnarla.
Hay una cosa de suprema importancia acerca de la verdad moral. El carácter de un profesor no afecta a su enseñanza de geometría o de gramática latina. Pero si se trata de un profesor de ética, su carácter influye decisivamente. Un adúltero que enseñara la necesidad de la fidelidad conyugal, un avaro que tratara del valor de la generosidad, un orgulloso que hablara de la belleza de la humildad, un violento que defendiera la calma, un sádico que exhortara al amor... no tendrían mucho éxito. La verdad moral no se transmite sólo con palabras; tiene que mostrarse en el ejemplo. Y es ahí donde el mejor maestro humano se quedará corto. Ningún maestro ha sido la personificación de la verdad que enseñaba más que Jesús. Muchos podrán decir: «Yo os enseño la verdad;» pero sólo Jesús pudo decir: «Yo soy la verdad.» Lo más tremendo de Jesús es que la verdad moral no encuentra en Él simplemente su mejor expositor, sino su mejor realizador.
Jesús dijo también: "Yo soy la vida.» El autor de Proverbios había dicho: «Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz; y camino de vida las reprensiones que te instruyen» (Prov 6:23). «Camino a la vida es guardar la instrucción» (Prov 10:17). «Me mostrarás la senda de la vida» (Salmo 16:11). En último análisis, lo que la humanidad está siempre buscando es la vida. No busca tanto el conocimiento en sí, sino lo que hace que la vida valga la pena. Cierto novelista pone en boca de uno de sus personajes, que está enamorado: "Yo no sabía lo que era la vida hasta que la vi en tus ojos.» El amor le había descubierto la vida. Eso es lo que hace Jesús. La vida con Jesús es la auténtica.
Hay una manera de decir todo esto que incluye todas estas verdades. Jesús dijo: "No se puede llegar al Padre nada más que pasando por Mí.» Él es el único camino que conduce al Padre. Solamente en Jesús podemos ver cómo es Dios; y Él es el único que puede conducirnos a la presencia de Dios sin vergüenza ni temor.
"Que tus palabras sean más valiosas que el silencio que rompen"