El sacrificio de la pulpa

Los pulpos tienen tres corazones. Dos de ellos llevan la sangre sin oxígeno a las branquias (que son los órganos respiratorios mediante los que se realiza el intercambio de gases) y el tercero transporta la sangre oxigenada al resto del cuerpo.

El color azul de la sangre se debe a que los pulpos, sepias y calamares utilizan hemocianina en lugar de hemoglobina como molécula transportadora de oxígeno.

La hemocianina utiliza cobre en lugar de hierro.

Los pulpos son criaturas bastante inteligentes, habiéndose demostrado que tienen memoria a largo y corto plazo a través de experimentos de resolución y laberintos. También son capaces de utilizar herramientas.

Las glándulas salivares posteriores secretan una potente neurotoxina que provoca la parálisis de las presas retenidas en sus brazos. Además, la secreción salivar contiene proteasas capaces de disolver las uniones musculares del caparazón de los crustáceos y de permitir a los pulpos la ingestión del contenido de éstos.

Cada ventosa posee unas 10.000 células sensibles al gusto.

Un pulpo adulto tiene unos 16 millones de quimiorreceptores sobre su cuerpo. Existen 289 especies de pulpo, y la hembra sólo se aparea una vez en toda su vida (viven 1-3 años). ¿Pulpo o pulpa?... Un detalle que muy poca gente conoce es que la "pulpa" tiene los tentáculos mucho mas largos y puntiagudos que el macho, en cambio el pulpo los tiene mucho mas cortos y anchos que su compañera.


Los pulpos o cefalópodos se reproducen sexualmente, y la hembra deja de alimentarse después de la puesta y puede poner hasta 180.000 huevos en tan sólo dos semanas.

Durante los tres meses siguientes la madre pulpo solo vigilará su descendencia alejando de la cueva a los predadores que quieran alimentarse de ella. Con sus tentáculos armados de poderosas ventosas pulirá la superficie exterior de la envoltura de los huevos conservándolos limpios de suciedad y vegetación. La dedicación de la madre pulpo es tal que durante esos tres meses no abandonará ni por un segundo la cueva, ni siquiera para alimentarse. Aún si el alimento se le pusiera al alcance de los tentáculos ella seguirá limpiando sus huevos sin prestarle atención. Al cabo de este tiempo los pequeños pulpos nacerán y su madre, exhausta por tantos cuidados morirá irremediablemente, todo por salvar a sus pulpitos.


Se ha dicho que la naturaleza es sabia, y que tiene sus propias formas de preservarse. Esta maravillosa tarea que desempeña la madre pulpo, la de sacrificar su vida por sus hijos, nosotros la conocemos muy bien, pues es lo que ha hecho Jesucristo por cada uno de nosotros. Él ofreció su vida a cambio de la nuestra, padeció en vez nuestra, un único sacrificio por la reconciliación del hombre con el Padre, y de unos con otros.
Se acerca la Semana Santa, una fecha en la cual recordamos esa obra maravillosa de nuestro Señor, para que arrepintiéndonos de nuestros pecados, y aceptándole como Salvador, gocemos de la promesa de vida eterna que nos ha ofrecido.
Mediante su obra en la cruz, se ha acercado, tenemos acceso a Él, lo que nos indica el libro de Hebreos:


“Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.
Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos”. Hebreos 4:14-16