Enemigos destruidos

Se cuenta que cierto emperador chino, cuando le avisaron que en una de las provincias de su imperio había una insurrección, dijo a los ministros de su gobierno y a los jefes militares que lo rodeaban: “Vamos. Seguidme. Pronto destruiré a mis enemigos.”

Cuando el emperador y sus tropas llegaron a donde estaban los rebeldes, él trató afablemente a éstos, quienes, por gratitud, se sometieron a él de nuevo. Todos los que formaban el séquito del emperador pensaron que él ordenaría la inmediata ejecución de todos aquellos que se habían sublevado contra él; pero se sorprendieron en gran manera al ver que el emperador trataba humanitariamente y hasta con cariño a quienes habían sido
rebeldes.

Entonces el primer ministro preguntó con enojo al emperador: “¿De esta manera cumple vuestra Excelencia su promesa? Dijisteis que veníamos a destruir a vuestros enemigos. Los habéis perdonado a todos, y a muchos hasta con cariño los habéis tratado.

Entonces el emperador, con actitud generosa, dijo: “Os prometí destruir a mis enemigos; y todos vosotros veis que ya nadie es enemigo mío: a todos los he hecho mis amigos.”
-Autor desconocido.

En la Biblia encontramos el mandamiento de no matar:” «Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal.”
Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno”.
Mateo 5: 21-22 NVI

Los fariseos eran exigentes y escrupulosos en el cumplimiento de la Ley. ¿Cómo puede Jesús, razonablemente, llamarnos a una mayor justicia que la de ellos? La debilidad de los fariseos radicaba en que se sentían satisfechos obedeciendo la Ley en lo exterior sin permitir que cambiara sus corazones (actitudes). Jesús dijo que la calidad de nuestra piedad tiene que ser superior a la de los fariseos. Podemos aparentar piedad y seguir lejos del Reino de Dios. El juzga nuestros corazones y nuestras obras. Es en el corazón donde en verdad radica la sumisión. Cuidemos nuestras actitudes, que la gente no ve, y las acciones que todos ven.

Jesús decía a sus oyentes que necesitaban una piedad totalmente distinta (amor y obediencia), no una versión más intensa de la piedad de los fariseos. Nuestra bondad debe (1) proceder de lo que Dios hace en nosotros, no de lo que podemos hacer nosotros mismos, (2) estar centrada en Dios, no en nosotros, (3) estar basada en la reverencia a Dios, no en la aprobación de la gente, (4) e ir más allá del solo hecho de cumplir con la Ley amando los principios que la respaldan.

Cuando Jesús dijo: "Pero yo os digo" no estaba aboliendo la Ley ni agregando sus propias opiniones. Más bien estaba ofreciendo una explicación completa de por qué Dios hizo tal Ley. Por ejemplo, refiriéndose a que Moisés dijo: "No matarás", Jesús enseñó que "cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio". Los fariseos leían esta Ley y, como jamás habían matado, se sentían muy rectos. Sin embargo estaban tan enojados con Jesús que ya pronto estarían planeando matarlo, aunque no con sus propias manos. Perdemos la verdadera intención de la Palabra de Dios cuando leemos sus normas para la vida sin procurar comprender por qué las dio. ¿Cuándo guarda uno las normas de Dios pero pasa por alto su verdadera intención?

Asesinar es un pecado terrible pero la cólera es un gran pecado también porque viola el mandato de Dios de amar. La ira, en este caso, se refiere a la amargura creciente en contra de alguien. Es una emoción peligrosa que puede llevar a la pérdida de dominio propio, y puede conducir a la violencia, al daño emocional, a una tensión mental creciente y a otros resultados destructivos. La cólera impide que desarrollemos un espíritu agradable para Dios. ¿Alguna vez se ha sentido orgulloso de no haber cometido el error de decir lo que tenía en la mente? El dominio propio es bueno pero Cristo quiere que dominemos también nuestros pensamientos. Jesús dijo que seremos juzgados aún por nuestras actitudes.

Cualquier ruptura de relaciones puede afectar nuestra relación con Dios. Si tenemos un problema con un amigo, debemos resolverlo lo antes posible. Somos hipócritas si manifestamos tener buenas relaciones con Dios mientras no las tenemos con otra persona.

Nuestras relaciones con los demás reflejan nuestra relación con Dios:

Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto.
(1Jn 4:20).