Me da la impresión de que cada
vez son más los que creen que vivir bien está de alguna manera directamente
relacionado con la cantidad de dinero que se gana. Se actúa como si el dinero y
las cosas materiales estuvieran en el corazón de la buena vida. La filosofía
del materialismo nos ha afectado en todos los tiempos, la cual ha fallado de
forma miserable. Es imposible vivir bien si se adopta el materialismo, la vida
del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
El bienestar requiere... dinero, pero no es el ingrediente principal para la buena vida, muchos son los ejemplos que tenemos de personas que tienen dinero y van por su segundo, tercer o cuarto matrimonio, o tienen su familia dividida. Es imposible construir una vida feliz sin tener todos los componentes necesarios. Para vivir bien necesitamos crecer y prosperar de manera equilibrada en cada aspecto de la vida: trabajo, ingresos, relación de pareja, relación con los hijos, relación con Dios…
En Marcos 8:36 nuestro Señor Jesús dice: “De qué sirve ganar el mundo si se pierde la vida?” (NVI), esto significa que para que una parte de nuestra vida crezca, otra debe esperar. Para que la relación con los hijos mejore, algunos compromisos deberán esperar, habrá que posponerlos. Para que el amor acrezca en el matrimonio, quizá alguna gente tenga que esperar a que se regrese de vacaciones. Para que mi vida interior se desarrolle, el resto del mundo no me encontrará por una o dos horas cada día.
La casa puede esperar, los hijos no. El ascenso en el trabajo puede esperar, la familia no. Mi cuerpo puede esperar, Dios no. Es triste ver familias que han vivido bajo el mismo techo, pero no han sido una familia. Han tenido una casa, pero no han tenido un hogar. Han acumulado bienes, pero no se han dado a sí mismos el uno al otro. Es sorprendente la cantidad de hogares desechos a causa del materialismo. Es entonces cuando nos sentimos vacíos, no nos sentimos satisfechos con los logros alcanzados, ni nos damos cuenta que hemos pagado un precio demasiado alto en lo personal y familiar por buscar el éxito financiero y material. Se puede llegar a la cúpula para descubrir que estamos solos.
La prosperidad real es algo muy diferente de lo que nos enseña esta sociedad materialista, egoísta e individualizada. Prosperidad integral es el bienestar de toda la familia en todas las áreas, es poder llegar al final alcanzando las metas propuestas, pero sin haber sacrificado ni a la familia ni a uno mismo. “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10 NVI). El mundo no está interesado en nuestro bienestar, solo piensa en las ganancias que obtendrá. Jesucristo nos dice que el vino para darnos esa vida abundante, integral, completa.
Se cuenta de un soldado romano que fue ante Julio Cesar para pedirle permiso para cometer suicidio. Era un pobre desgraciado y desanimado sin vitalidad. César le miró y le dijo: “Pero hombre, has estado vivo de veras alguna vez?”. Cuando intetamos vivir nuestra propia vida, con los valores del mundo, se nos hace aburrida y vacía. Cuando caminamos con Jesús, recibimos una nueva vitalidad, una seperabundancia de vida. Es solo cuando vivimos con Cristo cuando la vida vale la pena de veras y empezamos a vivir de verdad, a tener una verdadera prosperidad integral.
El bienestar requiere... dinero, pero no es el ingrediente principal para la buena vida, muchos son los ejemplos que tenemos de personas que tienen dinero y van por su segundo, tercer o cuarto matrimonio, o tienen su familia dividida. Es imposible construir una vida feliz sin tener todos los componentes necesarios. Para vivir bien necesitamos crecer y prosperar de manera equilibrada en cada aspecto de la vida: trabajo, ingresos, relación de pareja, relación con los hijos, relación con Dios…
En Marcos 8:36 nuestro Señor Jesús dice: “De qué sirve ganar el mundo si se pierde la vida?” (NVI), esto significa que para que una parte de nuestra vida crezca, otra debe esperar. Para que la relación con los hijos mejore, algunos compromisos deberán esperar, habrá que posponerlos. Para que el amor acrezca en el matrimonio, quizá alguna gente tenga que esperar a que se regrese de vacaciones. Para que mi vida interior se desarrolle, el resto del mundo no me encontrará por una o dos horas cada día.
La casa puede esperar, los hijos no. El ascenso en el trabajo puede esperar, la familia no. Mi cuerpo puede esperar, Dios no. Es triste ver familias que han vivido bajo el mismo techo, pero no han sido una familia. Han tenido una casa, pero no han tenido un hogar. Han acumulado bienes, pero no se han dado a sí mismos el uno al otro. Es sorprendente la cantidad de hogares desechos a causa del materialismo. Es entonces cuando nos sentimos vacíos, no nos sentimos satisfechos con los logros alcanzados, ni nos damos cuenta que hemos pagado un precio demasiado alto en lo personal y familiar por buscar el éxito financiero y material. Se puede llegar a la cúpula para descubrir que estamos solos.
La prosperidad real es algo muy diferente de lo que nos enseña esta sociedad materialista, egoísta e individualizada. Prosperidad integral es el bienestar de toda la familia en todas las áreas, es poder llegar al final alcanzando las metas propuestas, pero sin haber sacrificado ni a la familia ni a uno mismo. “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10 NVI). El mundo no está interesado en nuestro bienestar, solo piensa en las ganancias que obtendrá. Jesucristo nos dice que el vino para darnos esa vida abundante, integral, completa.
Se cuenta de un soldado romano que fue ante Julio Cesar para pedirle permiso para cometer suicidio. Era un pobre desgraciado y desanimado sin vitalidad. César le miró y le dijo: “Pero hombre, has estado vivo de veras alguna vez?”. Cuando intetamos vivir nuestra propia vida, con los valores del mundo, se nos hace aburrida y vacía. Cuando caminamos con Jesús, recibimos una nueva vitalidad, una seperabundancia de vida. Es solo cuando vivimos con Cristo cuando la vida vale la pena de veras y empezamos a vivir de verdad, a tener una verdadera prosperidad integral.