La luz de la Gloria de Dios

En 1988 trabajaba en Roma, en una serie de televisión llamada “Imperios en conflicto”. Mientras paseaba por los largos y frescos pasillos del Vaticano, encontré la Capilla Sixtina. Allí en el medio había una plataforma sobre barras de acero que iban hasta el famoso cielo raso arqueado. Un equipo de científicos e historiadores de arte estaban ocupados con la restauración de la obra maestra de Michelangelo. Estiré mi cuello para poder mirar arriba, y vi una muestra notable del antes y el después. En un lado de la plataforma posaban heroicas figuras bíblicas en brillantes vestiduras y vívidos tonos. Del otro lado, los colores estaban entumecidos bajo los marrones y grises.

Como descubriría más tarde, expertos del Renacimiento tuvieron un tiempo difícil para ajustarse al nuevo y desarrollado Michelangelo. Algunos incluso protestaban diciendo que el proceso de restauración había distorsionado la obra hecha a manos por el pintor. Aquellos brillantes ojos rojos y verdes sobre los profetas allí arriba, parecían caricaturizados. Los expertos creían que su amado Michelangelo tenía un mucho más sombrío desafío de la vida. Pero, por supuesto, lo que ellos habían mirado era la mugre del siglo. En la Edad Media la capilla muchas veces era iluminada con antorchas, y el hollín que provenía de esas llamas, lenta e imperceptiblemente habían quitado el brillo del panorama bíblico expresado por el artista.

Pero ahora, finalmente, la gente como yo podía ver algo mucho más cerca del original. Pareciera que las figuras le saltan a usted. Allí estaba el Todopoderoso con Eva bajo su brazo, extendiendo su mano hacia Adán, quien le respondía de la misma forma. También estaba pintado más audaz y más grande que la vida, el toque que había creado la primera alma humana.

Mi mirada sobre el antes y el después en la Capilla Sixtina, me ha dado un cuadro memorable de lo que en realidad es el toque de Jesús. Los seres humanos han acumulado mucha mugre a través de los siglos en este planeta. La visión original de Dios como creador, ha sido opacada y distorsionada. Y muchos de nosotros hemos llegado a creer que los marrones y los grises son todo lo que hay. El egoísmo humano, la crueldad y la indiferencia, son simplemente la forma en que hemos evolucionado. Esos son nuestros instintos más verdaderos. Los cuadros brillantes de nuestro destino son simplemente ingenuos.

Pero entonces Jesús viene y realiza grandes proezas de restauración. De pronto, la fría sentencia de la vida de un cuadripléjico, da un salto mortal en plena salud. Entonces, el mugriento y gris estilo de vida de una prostituta, corre hacia una devoción pura, fresca como una violeta.

Jesús como el Redentor, quien cargó con la humanidad sobre sí, puede hacer que la gente vuelva a sus colores originales encontrados en el Jardín del Edén. Y su amor nos impulsa a mirar a los individuos bajo esa luz. Como él lo dijo en el Sermón del Monte: “Ustedes son sal de la tierra, y están aquí para traer los sabores de Dios, ustedes con la luz del mundo, para traer al mundo los colores de Dios. De hecho, podemos insinuar un brillante ámbar, o magenta o azul en lugar del marrón polvoriento. Somos movidos a extendernos en su toque.

Son estos simples hechos de buscar tesoros escondidos los que pueden cambiar profundamente la vida en este planeta. Podemos crear un panorama diferente. Podemos extender lo maravilloso del Hombre con el Toque de Oro.

Tomado de: “Secretos del toque de Jesús”, Steven Mosley, Editorial Peniel, Buenos Aires, 2004. Págs. # 150-152

“Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros”. 2 Corintios 4:6-7

“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo”. Mateo 5:13-17