Palabras sin obras

Hace algunos años hubo un naufragio cerca de la costa de Toscana. En el informe de uno de los miembros de la guardia toscana se encuentra lo siguiente: “Presté cuanta ayuda me fue posible con mi bocina. Sin embargo, se encontraron muchos cadáveres en la costa la mañana siguiente al día del naufragio”. Que son las palabras sin la acción?. Parece que Pablo, en el naufragio, habló poco, pero trabajó mucho, y por causa del trabajo ni aún hubo tiempo para comer como era necesario; sin embargo, salvó a todos los que estaban en la nave. Dios estaba con él.

"Ya habíamos pasado catorce noches a la deriva por el mar Adriático cuando a eso de la medianoche los marineros presintieron que se aproximaban a tierra. Echaron la sonda y encontraron que el agua tenía unos treinta y siete metros de profundidad. Más adelante volvieron a echar la sonda y encontraron que tenía cerca de veintisiete metros de profundidad. Temiendo que fuéramos a estrellarnos contra las rocas, echaron cuatro anclas por la popa y se pusieron a rogar que amaneciera. En un intento por escapar del barco, los marineros comenzaron a bajar el bote salvavidas al mar, con el pretexto de que iban a echar algunas anclas desde la proa. Pero Pablo les advirtió al centurión y a los soldados: «Si ésos no se quedan en el barco, no podrán salvarse ustedes.» Así que los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y lo dejaron caer al agua. Estaba a punto de amanecer cuando Pablo animó a todos a tomar alimento: «Hoy hace ya catorce días que ustedes están con la vida en un hilo, y siguen sin probar bocado. Les ruego que coman algo, pues lo necesitan para sobrevivir. Ninguno de ustedes perderá ni un solo cabello de la cabeza.» Dicho esto, tomó pan y dio gracias a Dios delante de todos. Luego lo partió y comenzó a comer. Todos se animaron y también comieron”. Hechos 27: 27-36 NVI

Según la narración, ya habían perdido el control de la nave. Iban a la deriva por el mar Adriático, no sabían dónde estaban. Fue entonces cuando Pablo asumió el mando. Los marineros querían abandonar la nave, pero Pablo les estropeó el plan, tenían que hundirse o nadar unidos. Sigue una acción muy humana, Pablo insiste en que coman. Era un hombre inspirado por Dios, y era un hombre práctico. No dudaba de que Dios haría su parte, pero también sabía que ellos tenían que cumplir la suya. Pablo no era un tipo solamente espiritual que no servía para nada práctico, sabía muy bien que los hambrientos no son eficaces, así que reunió a las personas del barco y los hizo comer.

Después de esto parece que se produjo la calma que precede la tempestad, el hombre de Dios se las arregló para que los demás estén seguros de que Dios está a cargo de todas las cosas. Las personas más útiles en el mundo son las que estando tranquilas, comunican a los demás el secreto de la confianza. Así era Pablo, y todo cristiano debe mantenerse firme cuando todos los demás vacilan. Todo cristiano debe producir obras que traigan paz y confianza en Jesucristo.

“Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere. Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida. No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla. Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada. La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo”. Santiago 1: 19-27 NVI