El camello que entró y no quiso salir

Se dice que donde se deja entrar el pecado como suplicante, se queda como tirano. Una leyenda árabe dice que cierto molinero un día fue sorprendido por un camello que metió la cabeza por la puerta de la tienda en que estaba durmiendo, y que le dijo: “Afuera hace mucho frío, permíteme meter tan sólo las narices.” El árabe le dio permiso de hacerlo así; pero pronto había metido todo el cuerpo, lo cual no era muy agradable al molinero, quien comenzó a quejarse diciendo que el cuarto era muy chico para los dos. Entonces el camello respondió “Su tú estás incómodo puedes salirte; yo, por mi parte, voy a quedarme donde estoy.”

Hay pecados, que a manera de ese camello, sólo quieren un lugarcito en el corazón humano, y cuando se les da, se meten y ocupan todo el corazón, después no quieren salir y dicen: “Aquí nos quedamos, suceda lo que suceda; no saldremos para nada.” En el libro de Santiago, encontramos “Someteos, pues, a Dios, risistid al diablo, y huirá de vosotros” (4:7). Santiago nos dice en este contexto que amar al mundo es enemistarse con Dios; y, por tanto, el que es muy amigo del mundo se coloca en la posición de enemigo de Dios. Es importante entender lo que quiere decir. La figura de Cristo como el esposo de la Iglesia, señala la fidelidad que debe de haber en el matrimonio.

Esta idea del Señor como el marido y de la nación de Israel como la esposa explica la manera en que expresa constantemente el Antiguo Testamento la infidelidad espiritual en términos de adulterio físico. El hacer un pacto con los dioses de tierras extrañas, y el ofrecerles sacrificios, y el celebrar matrimonios con extranjeros era prostituirse (Exo_34:15 s). Dios le advirtió a Moisés que llegaría el día en que el pueblo se levantaría y se prostituiría con los dioses de la tierra en que iba a morar, y le dejaría (Deu 31:16 ). Oseas se queja de que el pueblo se ha prostituido y ha olvidado a Dios (Os 9:1 ). Es en este sentido espiritual en el que el Nuevo Testamento habla de una generación adúltera (Mat 16:4 ; Mar 8:38 ). La alegoría pasó al pensamiento cristiano, en el que se presenta a la Iglesia como la esposa de Cristo (2Co 11:1; Efe24-28 ; Apocalipsis 19:7; 21:9).

Quiere decir que el desobedecer a Dios es como romper la promesa matrimonial; que todo pecado es un pecado contra el amor; que nuestra relación con Dios no es distante, como entre un rey y sus súbditos o un amo y sus esclavos, sino íntima como la de marido y mujer. Cuando pecamos quebrantamos el corazón de Dios, como se quebranta el corazón de un cónyuge por la deserción del otro.

Es por eso que tenemos que estar más que atentos a no permitir dejar entrar el pecado en nuestras vidas. Debemos cerrar toda posibilidad y coquetería con las cosas que no son de agrado para Dios. Casi siempre el pecado querrá asomar solo las narices, pero será tarde cuando nos percatemos que se ha apoderado de más espacio en nuestro corazón.

Como en las matemáticas, las fórmulas nos sirven para llegar a resultados, en este caso, la fórmula de someternos a Dios, el ser obedientes a él, más el resistir al diablo, no cediendo ni aún pequeñas concesiones, dará por resultado que el diablo huirá de nosotros, al no tener espacio, ni siquiera el más mínimo, se alejará a intentarlo en otra persona. Una fórmula que asegura la Biblia que tiene un resultado certero, sin margen de error.

“Eviten toda clase de mal” 1Tesalonisenses 5:22 NVI