La revista Consumer Reports (que informa a los consumidores sobre los productos y servicios que hay en el mercado) publicó un folleto con el intrigante título: "Cómo limpiar prácticamente cualquier cosa". Este folleto da consejos sobre qué solución usar para quitar una amplia variedad de manchas. Dada mi manera de vivir, que todo se me cae y se me derrama, es es el tipo de libro que me gusta.
¿Sabías que la glicerina quita las manchas de bolígrafo? El agua hirviendo puede quitar las manchas de frutas como fresas y moras. Los padres de niños pequeños deberían tener a mano un galón de vinagre para deshacerse de las marcas de crayones. El cloro trabaja bien sobre el moho. El jugo de lima hace pequeños milagros en las manchas de óxido.
No los he probado todos, pero presumo que los científicos han probado estos agentes comunes de limpieza.
Lo que no se encuentra en este librito es cómo lidiar con la mancha más grave de todas: la mancha que deja en tu vida el pecado, aquellas manchas feas y profundas hechas por palabras hostiles y acciones vergonzosas. Las lágrimas no las tocan. El celo no las puede borrar. A veces nos convencemos de que hemos proseguido con nuestra vida y que las manchas han desaparecido, pero en un momento de descuido notamos que la mancha se ha colado.
La Biblia nos dice exactamente lo que necesitamos: La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado 1 Juan 1:7 " pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado".
La verdad es la creadora de la comunión. Si estamos realmente andando en la luz, tenemos comunión unos con otros. Ninguna creencia que separe a una persona de las demás puede ser plenamente cristiana. Ninguna iglesia puede ser exclusiva, y seguir siendo Iglesia de Cristo. Lo que destruye la comunión no puede ser verdadero.
La sangre de Jesús le va limpiando cada día más y más del pecado al que de veras conoce la verdad. Eso se puede tomar como un gran principio; pero se refiere a lo que debería suceder en la vida individual. Lo que quiere decir es que todo el tiempo, día a día, constante y consistentemente, la sangre de Jesucristo lleva a cabo un proceso purificador en la vida del cristiano individual. Es como tener un limpiador en el cual hay que dejar en reposo y remojando las prendas, y al cabo de un tiempo las manchas desaparecen, pero si se retira la prenda antes de tiempo, parte de la mancha aún estará.
La palabra griega para limpiar es katharízein, que era en su origen una palabra ritual que describía las ceremonias y lavatorios que cualificaban a un hombre para acercarse a sus dioses. Pero la palabra, conforme fue desarrollándose la religión, adquirió un sentido moral, y describe la bondad que permite a una persona entrar a la presencia de Dios. Así es que, lo que Juan está diciendo es: "Si realmente sabes lo que ha obrado el sacrificio de Cristo, y estás experimentando de veras Su poder, día a día irás añadiendo santidad a tu vida, y capacitándote más para entrar a la presencia de Dios."
Aquí se nos presenta una gran concepción. Considera el sacrificio de Cristo como algo que, no solamente expía los pecados pasados (quita nuestras manchas de pecado), sino que nos equipa de santidad día a día (como aquellos líquidos protectores que hay para evitar manchas y que se usan en las telas de los muebles principalmente), de tal manera que ya no habrá manchas en nuestras vidas, pues andaremos en santidad.
La verdadera religión es la que acerca más y más, día a día, a la persona a sus semejantes y a Dios. Produce la comunión con Dios y con los hombres. Y no existe la una sin la otra. Solo la sangre de Jesucristo limpia las manchas que deja el pecado, este es el único remedio que surte efecto.
¿Sabías que la glicerina quita las manchas de bolígrafo? El agua hirviendo puede quitar las manchas de frutas como fresas y moras. Los padres de niños pequeños deberían tener a mano un galón de vinagre para deshacerse de las marcas de crayones. El cloro trabaja bien sobre el moho. El jugo de lima hace pequeños milagros en las manchas de óxido.
No los he probado todos, pero presumo que los científicos han probado estos agentes comunes de limpieza.
Lo que no se encuentra en este librito es cómo lidiar con la mancha más grave de todas: la mancha que deja en tu vida el pecado, aquellas manchas feas y profundas hechas por palabras hostiles y acciones vergonzosas. Las lágrimas no las tocan. El celo no las puede borrar. A veces nos convencemos de que hemos proseguido con nuestra vida y que las manchas han desaparecido, pero en un momento de descuido notamos que la mancha se ha colado.
La Biblia nos dice exactamente lo que necesitamos: La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado 1 Juan 1:7 " pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado".
La verdad es la creadora de la comunión. Si estamos realmente andando en la luz, tenemos comunión unos con otros. Ninguna creencia que separe a una persona de las demás puede ser plenamente cristiana. Ninguna iglesia puede ser exclusiva, y seguir siendo Iglesia de Cristo. Lo que destruye la comunión no puede ser verdadero.
La sangre de Jesús le va limpiando cada día más y más del pecado al que de veras conoce la verdad. Eso se puede tomar como un gran principio; pero se refiere a lo que debería suceder en la vida individual. Lo que quiere decir es que todo el tiempo, día a día, constante y consistentemente, la sangre de Jesucristo lleva a cabo un proceso purificador en la vida del cristiano individual. Es como tener un limpiador en el cual hay que dejar en reposo y remojando las prendas, y al cabo de un tiempo las manchas desaparecen, pero si se retira la prenda antes de tiempo, parte de la mancha aún estará.
La palabra griega para limpiar es katharízein, que era en su origen una palabra ritual que describía las ceremonias y lavatorios que cualificaban a un hombre para acercarse a sus dioses. Pero la palabra, conforme fue desarrollándose la religión, adquirió un sentido moral, y describe la bondad que permite a una persona entrar a la presencia de Dios. Así es que, lo que Juan está diciendo es: "Si realmente sabes lo que ha obrado el sacrificio de Cristo, y estás experimentando de veras Su poder, día a día irás añadiendo santidad a tu vida, y capacitándote más para entrar a la presencia de Dios."
Aquí se nos presenta una gran concepción. Considera el sacrificio de Cristo como algo que, no solamente expía los pecados pasados (quita nuestras manchas de pecado), sino que nos equipa de santidad día a día (como aquellos líquidos protectores que hay para evitar manchas y que se usan en las telas de los muebles principalmente), de tal manera que ya no habrá manchas en nuestras vidas, pues andaremos en santidad.
La verdadera religión es la que acerca más y más, día a día, a la persona a sus semejantes y a Dios. Produce la comunión con Dios y con los hombres. Y no existe la una sin la otra. Solo la sangre de Jesucristo limpia las manchas que deja el pecado, este es el único remedio que surte efecto.