La Biblia enseña que Dios está profundamente interesado en la paz. De Génesis a Apocalipsis, los profetas y los apóstoles constantemente urgen a los hijos de Dios a buscar la paz.
La paz es parte del carácter de Dios, las escrituras se refieren a Él como “el Dios de paz” (Romanos 15:33; 2 Corintios 13:11; Filipenses 4:9; Hebreos 13:20)
La paz es una de las grandes bendiciones que Dios despensa a aquellos que lo siguen (Levítico 26:6; Números 6:24-26; Jueces 5:31; Salmo 29:11; 119:165; Proverbios 16:7, Miqueas 4:1-4; Gálatas 6:16).
Dios repetidamente ordena a su pueblo a buscar y perseguir la paz (Salmo 34:14; Jeremías 29:7; Romanos 14:19; 1 Corintios 7:15; 2 Corintios 13:11; Colosenses 3:15; 1 Tesalonicenses 5:13; Hebreos 12:14), Dios promete bendecir a aquellos que acatan su mandato en ese sentido (vea Salmo 37:37; Proverbios 12:20; Mateo 5:9; Santiago 3:18).
Dios describe su pacto en términos de paz (Números 25:12; Isaías 54:10; Ezequiel 34:25; Malaquías 2:5).
Nada pone más vívidamente de relieve el interés de Dios por la paz que su decisión de enviar a su amado Hijo “para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:79). De principio a fin la misión de Cristo fue de pacificación. Mucho antes de que naciera se le dio el nombre de “Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). A través de su ministerio Jesús constantemente predicaba la paz y daba paz (la practicaba, vea Juan 14:27; Efesios 2:17).
Como el supremo Pacificador, sacrificó su vida a fin de que nosotros pudiéramos experimentar la paz ahora y para siempre. Hay tres dimensiones de la paz que el Señor nos ofrece a través de Cristo: Paz con Dios, paz de los unos con los otros, y paz dentro de nosotros mismos.
Muchos buscan por lo medios equivocados la paz consigo mismo, recurren a modelos humanos (vicios, dinero, soberbia, egoísmo, etc) sin tener éxito, poco les importa su relación con Dios y con los otros. Pero es imposible experimentar una genuina paz interna a menos que se persiga también la paz con Dios y con los otros.
Mediante Cristo, usted también puede experimentar genuina paz en su propio corazón. La paz interior es un sentido de integridad, satisfacción, tranquilidad, orden, descanso y seguridad. Aunque todas las personas anhelan esta clase de paz, ésta alude a la mayoría. La verdadera paz interna no puede obtenerse directamente, es un don divino que Dios solo dispensa a aquellos que creen en su Hijo, y obedecen sus mandamientos (1 Juan 3:21-24).
Dicho de otra forma, la paz interior es un subproducto de la justicia, porque “Tu guardarás en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3). “Y el efecto de la justicia será la paz, y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Isaías 32:17). “!Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar” (Isaías 48:18).
Es imposible experimentar paz interior si usted no busca antes la paz con Dios y con los otros. La paz interna es consecuencia de obedecer los mandamientos de Dios. “Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado” (1Juan 3:23).
La paz es parte del carácter de Dios, las escrituras se refieren a Él como “el Dios de paz” (Romanos 15:33; 2 Corintios 13:11; Filipenses 4:9; Hebreos 13:20)
La paz es una de las grandes bendiciones que Dios despensa a aquellos que lo siguen (Levítico 26:6; Números 6:24-26; Jueces 5:31; Salmo 29:11; 119:165; Proverbios 16:7, Miqueas 4:1-4; Gálatas 6:16).
Dios repetidamente ordena a su pueblo a buscar y perseguir la paz (Salmo 34:14; Jeremías 29:7; Romanos 14:19; 1 Corintios 7:15; 2 Corintios 13:11; Colosenses 3:15; 1 Tesalonicenses 5:13; Hebreos 12:14), Dios promete bendecir a aquellos que acatan su mandato en ese sentido (vea Salmo 37:37; Proverbios 12:20; Mateo 5:9; Santiago 3:18).
Dios describe su pacto en términos de paz (Números 25:12; Isaías 54:10; Ezequiel 34:25; Malaquías 2:5).
Nada pone más vívidamente de relieve el interés de Dios por la paz que su decisión de enviar a su amado Hijo “para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:79). De principio a fin la misión de Cristo fue de pacificación. Mucho antes de que naciera se le dio el nombre de “Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). A través de su ministerio Jesús constantemente predicaba la paz y daba paz (la practicaba, vea Juan 14:27; Efesios 2:17).
Como el supremo Pacificador, sacrificó su vida a fin de que nosotros pudiéramos experimentar la paz ahora y para siempre. Hay tres dimensiones de la paz que el Señor nos ofrece a través de Cristo: Paz con Dios, paz de los unos con los otros, y paz dentro de nosotros mismos.
Muchos buscan por lo medios equivocados la paz consigo mismo, recurren a modelos humanos (vicios, dinero, soberbia, egoísmo, etc) sin tener éxito, poco les importa su relación con Dios y con los otros. Pero es imposible experimentar una genuina paz interna a menos que se persiga también la paz con Dios y con los otros.
Mediante Cristo, usted también puede experimentar genuina paz en su propio corazón. La paz interior es un sentido de integridad, satisfacción, tranquilidad, orden, descanso y seguridad. Aunque todas las personas anhelan esta clase de paz, ésta alude a la mayoría. La verdadera paz interna no puede obtenerse directamente, es un don divino que Dios solo dispensa a aquellos que creen en su Hijo, y obedecen sus mandamientos (1 Juan 3:21-24).
Dicho de otra forma, la paz interior es un subproducto de la justicia, porque “Tu guardarás en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3). “Y el efecto de la justicia será la paz, y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Isaías 32:17). “!Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar” (Isaías 48:18).
Es imposible experimentar paz interior si usted no busca antes la paz con Dios y con los otros. La paz interna es consecuencia de obedecer los mandamientos de Dios. “Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado” (1Juan 3:23).