El poder de tu testimonio

El libro de los Hechos de los Apóstoles dice: “Y día tras día, en el templo y de casa en casa, no dejaban de enseñar y anunciar las buenas nuevas de que Jesús es el Mesías” (Hechos 5:42). Dice este pasaje que diariamente se reunían, tanto en el templo como en las casas, para enseñar y predicar a Jesús como el Salvador.

Para nuestros días puede parecer poco útil el salir de casa en casa a dar las buenas nuevas del Evangelio de Jesús, o que es poco natural y hasta se podría pensar que es incómodo. Pero la verdad no es tan duro como pudiera parecer, ya que vemos como el apóstol Pablo utilizó su testimonio personal al hablar con personas inconversas.

En hechos 9, 22 y 26 da su testimonio, su experiencia, lo que le sucedió a él, mientras hablaba con los inconversos. Una de las mejores estrategias que se han encontrado para llevar el mensaje de Jesucristo a la gente es lo que se llama la “oración caminante”. Se va a una casa, se toca la puerta y se les dice que andan por el lugar simplemente para orar por la gente. “Creemos que Dios oye y contesta oraciones, y nos preguntamos si está teniendo cualquier problema en su familia, salud, finanzas u cualquier otro, y que si le gustaría que oraran por usted”.

Algunas veces dicen: “Bueno, si, yo tengo un problema y me gustaría que oraran”, otras veces se sienten un poco incómodos y dicen “No tenemos ninguna petición de oración en este momento”. Entonces se comienza a compartir nuestro testimonio personal. Es común ver este tipo de evangelismo en los grupos de misioneros extranjeros que vienen al país (usualmente norteamericanos), quienes no tienen vergüenza de andar de puerta en puerta para llevar el evangelio. Los resultados suelen ser muy positivos, y muchas personas manifiestan interés, dada la gran necesidad que tiene el mundo.

El compartir el testimonio personal en una forma natural en estas visitas, abren las puertas de querer conocer a ese Dios vivo que tenemos los que le hemos aceptado. “Le interesa conocer más de Dios y de la Biblia? Podemos establecer un día y hora a su conveniencia, venimos a su casa y solo charlamos y oramos. Si no le complace la primera visita, o si no le ayuda, o no le anima, o simplemente no le edifica, no volvemos” es lo que se podría decir a una de estas personas que muestran interés. “Estamos aquí para decirle lo que Jesús hizo por usted personalmente, y ayudarle a comprender la Palabra de Dios por usted mismo”, se le podría agregar.

En Mateo 28 Jesús dijo que fuéramos a las naciones e hiciéramos discípulos y, en el proceso los bautizáramos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. A través del discipulado, traemos a los no creyentes entendimiento de Jesús y su obra en la cruz. Llevando ese entendimiento semana a semana cultivamos una relación de amistad, donde llegan a querernos y a confiar en nosotros. Leemos y hacemos que ellos también lean las escrituras, hacemos preguntas que ellos mismos puedan responder, y veremos a gente llegar al punto de confesar a Cristo como Señor y Salvador.

Este discipulado aplica tanto para los que no le conocen como a los que ya le conocemos. El mandato de Jesús fue el de hacer discípulos, es un caminar diario de aprendizaje. Todos debemos de estar en un proceso de discipulado, y todos nos debemos ayudar los unos a los otros. Debemos de salir de las iglesias a buscar a los perdidos, y el testimonio personal siempre será una poderosa herramienta para llegar a ellos. Así que, anímese, y comparta las buenas nuevas con sus vecinos, amigos, compañeros, familiares y demás personas

“Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: «¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!” Romanos 10:14-15 NVI