La Biblia dice que en el sexto día “Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó,” (Génesis 1:27), y desde la caída en pecado del hombre Dios quiere que nos reconciliemos con Él. Todo lo que hizo Dios vió que era bueno, la luz, los árboles, la luna y el sol, los animales, pero sobre todo el hombre, su obra maestra, su creación hecha a su semejanza.
Una imagen es una copia, algo parecido, una semejanza o un reflejo. La imagen de Dios en nosotros se refiere a nuestras características, y no a nuestra apariencia física. Sólo en el “hombre” colocó Dios su imagen, dando liderazgo sobre toda su creación: “y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.»
También les dijo: «Yo les doy de la tierra todas las plantas que producen semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto les servirá de alimento.
Y doy la hierba verde como alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se arrastran por la tierra.» Y así sucedió. (Génesis 1:28-30).
Al ser creados a la imagen de Dios recibimos atributos que Él no comparte con el resto de la creación. Solo Dios es omnipotente, omnisciente y omnipresente, nosotros no lo somos. Dentro de los atributos está el ser creativos, la habilidad que tenemos de hacer cosas nuevas. El lenguaje: la habilidad de comunicarnos por las palabras. Las relaciones: la habilidad de interactuar unos con otros, con la naturaleza, de forma intencional y con propósitos definidos. La elección moral: la habilidad de discernir entre lo bueno y lo malo, lo constructivo y lo destructivo, el poder discernir la belleza. El servicio: la habilidad de actuar en una forma amorosa, compasiva y desinteresada hacia los demás.
Si bien es cierto que estos reflejos se encuentran en otras partes de la creación, hay una diferencia sustancial en la forma en que son reflejados en el hombre y en los animales. Los monos pueden ser creativos, pero no pueden inventar un automóvil o un computador. Los delfines pueden comunicarse unos con otros pero no pueden dejar escrita su historia para las generaciones futuras.
Por supuesto que el amor es el atributo especial de Dios reflejado en nosotros, el apóstol Juan lo expone muy bien: “Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?” (1Juan 3:17)
La compasión y el sacrificio son características del servicio de amor que refleja la imagen de Dios en el hombre. Los animales se pueden sacrificar unos por otros, una madre sacrifica su vida por sus cachorros, pero lo hace instintivamente. Dios, lo hizo conscientemente, escogió el sacrificio de su Hijo para pagar el precio por nosotros, dado que su amor es tan grande que no escatimó a su propio Hijo para que estemos reconciliados con el Padre.
En las características de la imagen de Dios en que fuimos creados, el amor será el que marcará la diferencia para hacer un servicio compasivo y de sacrificio entre nosotros. El pecado ha distorsionado la imagen de Dios, así la creatividad ha servido para producir armas que buscan aniquilar, el lenguaje se ha usado para destruir a las personas, las relaciones han llevado a la tiranía, y la elección moral se ha usado para justificar hechos contrarios a los actos compasivos y de sacrificio, como lo son el aborto, el homicidio, la mentira, la guerra y tantas otras.
El hombre ha distorsionado la imagen de Dios, a través de la historia vemos como esta distorsión sigue vigente en nuestros días, pero Dios ama tanto su creación que no puede permitir que esta distorsión de su imagen siga oscureciendo la vida del hombre. Por eso, Dios sigue llamando al hombre para reconciliarse con Él, y Jesús es el puente que nos lleva a esa reconciliación. El servicio de Jesús al Padre es precisamente para que nos reconciliemos sus criaturas, los hechos a su semejanza, con el Creador.
El apóstol Pablo nos da una fuerte descripción del servicio de Jesús para la reconciliación del hombre:
“La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Filepenses 2:5-8 NVI).
Una imagen es una copia, algo parecido, una semejanza o un reflejo. La imagen de Dios en nosotros se refiere a nuestras características, y no a nuestra apariencia física. Sólo en el “hombre” colocó Dios su imagen, dando liderazgo sobre toda su creación: “y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.»
También les dijo: «Yo les doy de la tierra todas las plantas que producen semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto les servirá de alimento.
Y doy la hierba verde como alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se arrastran por la tierra.» Y así sucedió. (Génesis 1:28-30).
Al ser creados a la imagen de Dios recibimos atributos que Él no comparte con el resto de la creación. Solo Dios es omnipotente, omnisciente y omnipresente, nosotros no lo somos. Dentro de los atributos está el ser creativos, la habilidad que tenemos de hacer cosas nuevas. El lenguaje: la habilidad de comunicarnos por las palabras. Las relaciones: la habilidad de interactuar unos con otros, con la naturaleza, de forma intencional y con propósitos definidos. La elección moral: la habilidad de discernir entre lo bueno y lo malo, lo constructivo y lo destructivo, el poder discernir la belleza. El servicio: la habilidad de actuar en una forma amorosa, compasiva y desinteresada hacia los demás.
Si bien es cierto que estos reflejos se encuentran en otras partes de la creación, hay una diferencia sustancial en la forma en que son reflejados en el hombre y en los animales. Los monos pueden ser creativos, pero no pueden inventar un automóvil o un computador. Los delfines pueden comunicarse unos con otros pero no pueden dejar escrita su historia para las generaciones futuras.
Por supuesto que el amor es el atributo especial de Dios reflejado en nosotros, el apóstol Juan lo expone muy bien: “Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?” (1Juan 3:17)
La compasión y el sacrificio son características del servicio de amor que refleja la imagen de Dios en el hombre. Los animales se pueden sacrificar unos por otros, una madre sacrifica su vida por sus cachorros, pero lo hace instintivamente. Dios, lo hizo conscientemente, escogió el sacrificio de su Hijo para pagar el precio por nosotros, dado que su amor es tan grande que no escatimó a su propio Hijo para que estemos reconciliados con el Padre.
En las características de la imagen de Dios en que fuimos creados, el amor será el que marcará la diferencia para hacer un servicio compasivo y de sacrificio entre nosotros. El pecado ha distorsionado la imagen de Dios, así la creatividad ha servido para producir armas que buscan aniquilar, el lenguaje se ha usado para destruir a las personas, las relaciones han llevado a la tiranía, y la elección moral se ha usado para justificar hechos contrarios a los actos compasivos y de sacrificio, como lo son el aborto, el homicidio, la mentira, la guerra y tantas otras.
El hombre ha distorsionado la imagen de Dios, a través de la historia vemos como esta distorsión sigue vigente en nuestros días, pero Dios ama tanto su creación que no puede permitir que esta distorsión de su imagen siga oscureciendo la vida del hombre. Por eso, Dios sigue llamando al hombre para reconciliarse con Él, y Jesús es el puente que nos lleva a esa reconciliación. El servicio de Jesús al Padre es precisamente para que nos reconciliemos sus criaturas, los hechos a su semejanza, con el Creador.
El apóstol Pablo nos da una fuerte descripción del servicio de Jesús para la reconciliación del hombre:
“La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Filepenses 2:5-8 NVI).