COMO LEER LA BIBLIA

Primero, lea la Biblia, con la convicción de que es en realidad la Palabra de Dios.”Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra (2 Timoteo 3:16-17). La Biblia es Dios exhalando su palabra por medio de su Espíritu, hablando a través de sus apóstoles y profetas.


Dios ordenó que las revelaciones a sus siervos elegidos de antaño, fueran registradas (Ex. 14:14; Dt. 31:19; Is. 30:8; Jer. 30:2; Hab. 2:2; Ap. 1:11). Su Espíritu impulsó a esos hombres (2P. 1:21) e inspiró y supervisó el proceso de la escritura de tal manera que el producto final fue el que Dios deseaba que fuera. Por lo tanto podemos afirmar con confianza que toda la Escritura era infalible y sin errores e los manuscritos originales y que implica la plena autoridad de Dios mismo.


Al dar su palabra escrita al mundo, Dios, es como un gran compositor que dirige su propia sinfonía. El concibió la partitura y El eligió y dirigió los músicos de la orquesta; los autores humanos de las Escrituras; cada uno con su propio estilo virtuoso para tocar de forma armoniosa, de manera que lo que escuchemos sea una hermosa obra maestra.


Segundo, lea la Biblia permitiendo que el Espíritu Santo ilumine su mente. La Biblia es la palabra que se origina en la mente infinita y omnisciente de Dios. Por lo tanto es un libro espiritual y debe ser discernido espiritualmente.


Muchas partes de la palabra de Dios no pueden ser comprendidas en su totalidad por la mente natural y secular. Tal persona no recibe las cosas del Espíritu de Dios en forma favorable y simple (1 Cor.2.14 compárese con Lc. 8:13; Hech 8:14; 17:11; 1 Tes. 6: 2-13). Para leer la Biblia de forma apropiada, necesitamos haber nacido de nuevo, estar vivos espiritualmente. Necesitamos poseer el Espíritu Santo. Sólo El puede revelarnos las cosas profundas de Dios (2 Cor. 2:10-14), la sabiduría secreta “que Dios había destinado para nuestra gloria desde la eternidad (2:7). Como creyentes podemos estar seguros que tenemos a nuestra disposición la mente de Cristo (2:16; compárese con Juan 15:15).


Tercero, lea la Biblia en forma devocional. Como cristianos debemos alimentarnos de la palabra de Dios para obtener sustento espiritual. Seamos como niños recién nacidos que desean con ansia la leche espiritual de la Palabra, “así por medio de ella crecerán en su salvación ahora que han probado lo bueno que es el Señor (1 P. 2:2-3). Porque así como Jesús le recordó a Satanás durante su tentación: “Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” Mateo 4:4, citando Dt. 8:3), así cada uno de nosotros necesita las Escrituras como dieta habitual para poder crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Salvador y Señor Jesucristo. (2 Pedro 3.15-18).


Cuarto, lea la Biblia en forma terapéutica. Pida al Espíritu Santo que le de convicción de pecado (Juan 16.8) y que los santifique (1 Co. 6:11), enseñándole a controlarse en una forma santa y honrosa ( 1 Tes. 4:3-8). Haga suya la promesa del Salmo 119.11: “En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti”.


La palabra puede dar advertencias y nos puede ayudar a discernir nuestros errores y abstenernos de los pecados intencionados, de modo que las meditaciones de nuestro corazón sean agradables al Señor (Salmo 19:11-14). Y “que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza” (Colosenses 3:16), permitiendo que desechemos todos los pecados propios de nuestra naturaleza terrenal para revestirnos con amor de modo que podamos perdonar a los demás como el Señor nos ha perdonado. (3:5-14).


Quinto, lea la Biblia en oración, adoración y veneración. Pida al Espíritu Santo que le abra los ojos para contemplar las maravillas en la ley de Dios. (Salmo 119:18). Busque a Cristo en cada parte de la Biblia, porque El es el tema central de las Escrituras (Mt. 26:24-Lucas 24:27,44, Juan 5:39; 1 Cor. 15:3).


Haga suya también la razón de vivir de Pablo: “Porque para mi el vivir es Cristo” Filip. 1:21. Que la ambición de él sea la suya: “a fin de conocer a Cristo”, en experiencia verdadera, “y el poder que se manifestó en su resurrección y participar de sus sufrimientos” Filip. 3:10. Adore a Jesús no sólo como su Salvador y Señor, sino también como el Hijo eterno, la Palabra viva y el Creador de todas las cosas. (Juan 1:1-3; Colosenses 1:13-18; Hebreos 1:1-3).


Reconozca al Cristo reencarnado como el Señor mismo que viene a la carpa de Abrahán en Mamré y le promete un hijo a la anciana Sara (Gen. 18); o como el ángel del Señor que visita los Padres de Sansón (Jueces 13:2-23). Alabe con los Salmos al Señor de David (Salmo 110:1 compárese con Mateo 22:41-45) y adore al Cordero con los veinticuatro ancianos y los ángeles rodeando el trono celestial. (Apocalipsis 4:9-11)

Tomado del Libro John Rea. El Espíritu Santo en la Biblia. Pág.21,22,23 Editorial Patmos.