Paz contigo mismo


No tengo ni un amigo —dijo a Hu-Ssong un hombre solitario—
—Sí lo tienes —lo consoló él—. Mira a todos los hombres frente a ti.
—Son muchos —respondió el solitario. Pero ninguno es mi amigo.
—Está bien —dijo el filósofo —. Ahora mira tras de ti.
— ¿Cómo me pides eso? — Se quejó el hombre—. Ahí están mis enemigos.
—Vuelve la vista a tu derecha —le pidió Hu-Ssong.
—No veo tampoco ni un amigo.
—Entonces mira a tu izquierda.
—Tampoco ahí encuentro a nadie —contestó con desolación el solitario—.

--Te digo que yo no tengo amigos.
— ¿No? — se preocupó el maestro. Vuelve tus ojos al interior de ti.
El hombre se miró a sí mismo. Tampoco ahí encontró un amigo.
—Aprende —le dijo entonces Hu-Ssong—, que si quieres estar en
paz con los demás primero debes estar en paz contigo mismo.
(Armando Fuentes Aguirre)

El nuevo pacto de Cristo en la cruz, nos ha dado una nueva relación con el Padre. Ahora estamos en paz con Él, al haberle aceptado como Señor y Salvador, pero también nos debe dar paz de estar los unos con los otros y con uno mismo. Romanos 5:1 "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo".

Jesús nos introduce a la presencia de Dios mismo; nos abre la puerta de acceso a la presencia del Rey de reyes. Y cuando se abre esa puerta, lo que encontramos es la Gracia; no condenación, ni juicio, ni venganza; sino la inmerecida e increíble amabilidad de Dios. Mientras tratemos de depender de nuestros propios esfuerzos nos encontramos a merced de las tempestades, como los marineros que luchan con un mar que amenaza tragárselos irremisiblemente; pero ahora que hemos oído la Palabra de Cristo, hemos llegado por fin al puerto de la Gracia de Dios, y conocemos la calma que viene de depender, no de lo que podemos hacer por nosotros mismos, sino de lo que Dios ha hecho por nosotros.

Son muchas las cosas que pueden quitar la paz hoy en día: necesidades, sufrimiento, opresión, dolor, persecusión, rechazo, enfermedad, dolor. Todo lo que oprime, dice Pablo, produce paciencia (v.3). Pablo trata de darnos fuerza para soportar tales pruebas, diciendo que no solo estamos reconciliados con Dios, sino que "nos gloriamos en la esperanza de la Gloria de Dios" (v.2).

Esa esperanza que debe traer paz a nuestra vida, aún con todas las dolencias que podamos tener, porque nuestra mirada ya está en las cosas de arriba, en Cristo sentado a la diestra del Padre.

"Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús". (Filipenses 4:7)