El libro de Apocalipsis hace referencia en su inicio a los benditos de Dios. El libro empieza con las palabras la Revelación de Jesucristo, lo que quiere decir no la revelación acerca de Jesucristo, sino la Revelación hecha por Jesucristo.
El libro se llama en algunas versiones Revelación y en otras Apocalipsis. Apocalipsis quiere decir desvelar o revelar. No era en un principio una palabra religiosa, quería decir sencillamante el descubrimiento de cualquier hecho, pero llegó a ser una palabra especialmente cristiana. Esta Revelación está conectada con la obra del Espíritu Santo, como lo apunta Pablo en su carta a los Efesios: "para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de Gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él" (1:17 RV60).
Los judíos de aquellos tiempos ya habían dejado de esperar el ser vindicados por medios humanos, en ese tiempo ya no esperaban nada menos que una directa intervención de Dios. En Apocalipsis 1:3 vemos como se hace referencia a los benditos de Dios: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales con Cristo". La lectura de la Escritura era el centro de cualquier culto judío (Lc 4:16, Hch 13:15), se leía en la sinagoga a la congregación, la iglesia cristiana adoptó esta costumbre y la lectura de la Escritura siguió ocupando una parte central del culto.
La persona que oiga estas palabras será bendita. Haremos bien en recordar que privilegio tenemos al escuchar la Palabra de Dios en nuestra propia lengua, privilegio por el que se ha pagado un precio muy alto. Han habido personas que ha dado su vida para que podamos tenerlo, y hasta el día de hoy se sigue luchando para que la Escritura llegue a toda persona en su propia lengua. El que guarde estas palabras será bendito, oir la Palabra de Dios es un privilegio, y obedecerla un deber. "Pero todo el que oye estas palabras y no las pone en prácticas es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena" (Mat 7:26).
Están los bienaventurados que leen, eschuchan y obedecen la Palabra de Dios. Son bienaventurados los que mueren en el Señor (14:13). Es bienaventurado el que se mantiene alerta y guarda sus vestiduras (16:15). Son bienaventurados lo que son llamados a la cena del Cordero (19:9). Es bienaventurado el que guarde las palabras de la profecía del libro (22:7). Son bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y entrar por las puertas de la iglesia celestial (22:14).
Esta bendición se ofrece a todos los cristianos.