Cuando hemos decidido aceptar al Señor, el llamado a servirle comienza a arder en nuestros corazones, y surgen varias preguntas:
- Yo quiero servir al Señor, ¿pero qué puedo hacer?
- ¿Puedo servir sin estar a tiempo completo sirviendo a Señor?
- ¿Qué clase de ministerio personal puedo desarrollar?
- ¿Cuál es la voluntad de Dios para mi vida?
- ¿Cuánto tiempo debo de esperar para empezar a servir?
- ¿Qué tengo que hacer para empezar a servir?
Estas y otras preguntas pueden surgir ante la duda de cómo se puede servir al Señor. Dios nos hizo para servirle a él: “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica”. (Eph 2:10).
Dios quiere que cada uno de nosotros demos fruto como lo dice Juan 15:8 “Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos”. El dar gloria significa reconocer el valor de algo. Dar gloria de Dios significa reconocer el valor de Dios. Es la presencia de Dios en la plenitud de sus atributos en todas partes.
Para dar fruto Dios nos da a cada uno de nosotros diferentes regalos espirituales. Habilidades espirituales únicas dadas por Dios para ayudarnos a servirle a él. Así es que tenemos diferentes regalos, de acuerdo con la gracias que se nos da (Romanos 12:6). Nosotros, que somos muchos, en Cristo formamos un cuerpo, y cada miembro pertenece a los demás, de tal manera que todos trabajando juntos formamos un hermoso mosaico de servicio amoroso.
Puede que pensemos que tenemos que cambiar de trabajo, o de lugar donde se vive, o cambiar algunas otras cosas para poder servir de Cristo, pero probablemente él nos quiere ahí mismo donde estamos. Debemos seguir haciendo lo que hacemos ahora, pero diferentemente, con una total y nueva orientación de servir a Cristo.
El llamado al servicio se desarrolla en tres fases: llamando, preparando y enviando. Dios nos llama, y para atender a ese llamado generalmente pasamos un tiempo de preparación cuando sentimos incertidumbres y dificultadas. Dios usa esos tiempos para trabajar algunas cosas en nuestras vidas y algunas otras fuera de nuestras vidas.
Por lo tanto, es importante tener claro que existen medios de dirección por los que podemos orientar nuestro servicio al Señor. Medios que nos sirven para discernir su voluntad. El primero de ellos es el Espíritu Santo con que somos bautizados desde el momento en que creemos y le aceptamos como Señor y Salvador.
El segundo medio es la Palabra escrita, la Biblia. Dios se ha revelado a través de la Palabra, conociéndole a él podemos encontrar su voluntad. A través del estudio de las Escrituras podemos descubrir las verdades y mandatos que quiere para nuestras vidas.
El tercer medio es la oración. A través de nuestra comunicación con el Señor podemos tener esa relación de cercanía personal, que nos guiará a ser efectivos en el servicio. La oración nos mantiene pacientes y firmes en esperar su voluntad.
El cuarto medio es nuestra conciencia. El Espíritu habla a través de nuestra conciencia. Una vez que hemos creído no podemos ser los mismos, de tal manera que lo que antes hacíamos ya no lo hacemos, tenemos una conciencia que nos dicta lo bueno y lo malo. Aprender a escucharla es un buen medio para servirle a él.
El quinto medio son las circunstancias. Todos estamos sumidos en circunstancias reales en nuestras vidas. El conocer y aceptar nuestras circunstancias nos ayudan a tomar decisiones certeras. Tenemos circunstancias sociales, económicas, familiares, educativas, formativas, geográficas y otras tantas. Si somos conscientes de ellas podemos definir nuestros límites y fortalezas y así utilizarlas para el mejor provecho y servicio a Dios.
El sexto medio es el consejo. A través del consejo podemos escuchar otras opciones y ampliar nuestras delimitaciones. No es bueno el actuar solo, ya que nuestras capacidades son reducidas: “Sin dirección, la nación fracasa; el éxito depende de los muchos consejeros”. (Pro 11:14).
Y el sétimo medio es el ayuno. Este está muy ligado al de la oración, y el separarnos en tiempo y en espacio para buscar del Señor definitivamente que dará buenos frutos.