Las primeras masas para bizcocho preparadas aparecieron en los años 50 en Estados Unidos. Sorprendentemente, fracasaron porque hacer el pastel era demasiado fácil y le quitaba mérito a la cocinera. Entonces los fabricantes decidieron quitarle un ingrediente, el huevo. De esta manera, las amas de casa se sentían más útiles, sentían que su contribución era necesaria para el resultado final y empezaron a comprar el producto. A esto se le llama el
Efecto Ikea
Para los que no sepan inglés o les dé pereza leerlo todo, el "efecto Ikea" se resume en que valoramos más lo que hemos hecho nosotros mismos, con nuestro esfuerzo, "con nuestras manitas".
La primera carta a los Corintios es un buen ejemplo de este efecto Ikea. Dios se le arareció a Abraham y le dijo que él era el Dios Todopoderoso (Gn 17:1), y esto es lo que nos enseña la escritura. Tenemos a un Dios omnipotente, omnipresente y todo poderoso, no hay nada que él no pueda hacer.
En la misma carta a los Corintios el apóstol Pablo nos hace una comparación en cuanto a que nosotros, la Iglesia, somos el cuerpo de Cristo (1Co 12:27)
Así que nosotros, los que le hemos creído, tenemos pies para ir donde están los que aún no han creído, boca para hablarles a los que aún no han escuchado y manos para dar a los que están en necesidad. Somos un cuerpo guiado por la cabeza que es Cristo.
Y es aquí donde se da el efecto Ikea, que siendo Dios todopoderoso, puediendo él haberlo hecho todo, nos ha dejado a nosotros una tarea (como en el caso de la masa para bizcocho que se le tenía que agregar el huevo), nos ha dado la gran bendición y responsabilidad de ser partícipes de expandir su reino, de tal manera que sintamos que somos útiles y necesarios para el resultado final que es la voluntad de nuestro Dios.
Pero no es que simplemente nos ha dado una tarea, su amor y misericordia es tan grande que nos ha dado las herramientas para poder llevarla a cabo. Esta carta a los Corintios es uno de los pasajes que hay en los que se mencionan esa lista de herramientas.
Todo lo que necesitamos es disponernos a amar como él lo ha hecho, a creer que si podemos y a empezar a utilizar lo que ya tenemos. Las herramientas se usan, para eso son hechas, así que usemos lo que el Señor nos ha dado, de tal manera que le seamos útiles en todo nuestro vivir.
"A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás. A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina".
1Co 12:7-11 NVI