REVELACIÓN DEL CÓDIGO MORSE


Cuando el telégrafo era el método más rápido de comunicación de larga distancia, un joven solicitó trabajo como operador del Código Morse, en respuesta a un anuncio en el periódico, se fue a la dirección, entró a una oficina grande y ocupada, llena de ruido, incluyendo el sonido del telégrafo, en el fondo un anuncio en el módulo de recepción indicaba a los solicitantes a llenar una forma y esperar hasta que se les llamará a entrar a la oficina interna.

El joven llenó la forma y se sentó junto con otros 7 que también estaban esperando su turno.Después de unos minutos, el joven se paró, cruzó el cuarto y fue hacia la oficina interna, y se metió. Naturalmente los otros solicitantes se preguntaban qué estaba pasando, murmuraban entre sí que no habían llamado a nadie todavía. Asumieron que el joven que había entrado había cometido un error y sería descalificado.Dentro de pocos minutos, sin embargo, el gerente acompañó al joven fuera de la oficina y dijo a los demás solicitantes "Caballeros, muchas gracias por venir, pero el puesto ya está ocupado".

Los otros empezaron a comentar el uno con el otro, y uno de ellos preguntó, "Espera un minuto, yo no entiendo. El fue el último en venir, y nosotros ni siquiera tuvimos oportunidad de ser entrevistados. Sin embargo a él le dan el trabajo. No es justo"El gerente dijo, "Lo siento, pero los últimos minutos mientras estaban sentados allí, el telégrafo les estaba mandando un mensaje en Código Morse que decía: "Si entiendes este mensaje, entra, el puesto es tuyo. Ninguno de ustedes lo escuchó ni lo entendió". Este joven sí. El trabajo es suyo.Vivimos en un mundo lleno de trabajo y ruido, como esta oficina.

Cuántos ruidos escucha usted? En esta sociedad de hoy día, es impresionante el ruido, la contaminación sónica, que hay en el ambiente. Y si a esto le sumamos el ritmo agitado que tenemos, correr en las mañanas para que los chicos estén listos para llevarlos a la escuela, correr y vencer las presas para no llegar otra vez tarde al trabajo, no olvidarse del encargo de la esposa porque es para la cena, los problemas propios del trabajo, el presupuesto familiar que no da para esos gastos inesperados, el resentimiento del vecino, que ya vienen las lluvias y hay que arreglar el techo, que hay que sentarse con los chicos para hacer la tarea juntos, que no alcanzó el día para las labores de la casa, que se pasan las semanas y siguen quedando asuntos pendientes, que lo hijos presionan por tener lo que otros chicos o la televisión les mete en la cabeza que necesitan, que otra vez es lunes y se fué la semana sin poder salir a andar en bicicleta, que viene el cumpleaños de tal, que el diario no alcanzó esta quincena, que otra vez está resfriado, en fin, una serie de asuntos a los que estoy seguro que usted bien puede agrandar esta lista.

Es así como vemos que muchas personas no disfrutan de lo que tienen, porque viven pensando más en lo que les falta, o creen que les falta. Viven más pensando en sus asuntos y se vuelven insensibles a las necesidades de las otras personas. Muy posiblemente estos jóvenes que estaban esperando a ser llamados, estaban sumerjidos en sus pensamientos sobre lo que responderían a las preguntas de esa entrevista, y también muy posiblemente idos en la forma de como el salario de ese trabajo iría a satisfacer sus necesidades, por lo que lo único que estaban dispuestos a oir era su propio nombre, estaban condicionados a saltar de inmediato en cuanto escucharan su nombre, bloqueando el resto de los ruidos que habían en esa oficina, incluido el del telégrafo, como narra esa historia.

Esta es una realidad hoy en día en nuestra sociedad, aún, lamentablemente dentro del mismo pueblo cristiano. Podrá este ruido y esa inmersión en sí mismo impedir que escuchemos la voz de Dios? Por eso tenemos que estar recordando lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz, confiando en Él, dejando nuestros afanes para sacar tiempo para la oración. El tiempo con el Señor nos permite estar atentos a su voz, de tal manera que los ruidos de esta vida no nos impidan oírla.

En Lucas 6:20-26 (NVI-1999) encontramos un buen pasaje para pensar en lo que realmente agrada al Señor:

(20) Él entonces dirigió la mirada a sus discípulos y dijo: «Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece.
(21) Dichosos ustedes que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír.
(22) Dichosos ustedes cuando los odien, cuando los discriminen, los insulten y los desprestigien por causa del Hijo del hombre.
(23) Alégrense en aquel día y salten de gozo, pues miren que les espera una gran recompensa en el cielo. Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los profetas.
(24) Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!
(25) ¡Ay de ustedes los que ahora están saciados, porque sabrán lo que es pasar hambre! ¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque sabrán lo que es derramar lágrimas!
(26) ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los falsos profetas.