Nuestros antepasados, de hace miles de años, ya eran supersticiosos y el acto del estornudo lo tenían catalogado dentro de un baremo que indicaba si era de mayor o menor gravedad, dependiendo del momento del día y lugar en el que se producía.
Estaban convencidos que el estornudo era un medio por el que los malos espíritus y las enfermedades podían colarse en nuestro cuerpo, por lo que tras escuchar un estornudo los presentes exclamaban cosas como: «¡Que Júpiter te conserve!» o «¡Zeus te salve!» en el caso de los griegos o un «¡Salve!» en el de los romanos.
Tras la llegada del cristianismo se le añadió un nuevo elemento negativo al acto de estornudar: la presencia del diablo. Para evitar que éste se metiera dentro de la persona que había estornudado se le decía varias veces seguidas el nombre de «¡Jesús!». Con el transcurrir del tiempo la costumbre de decirlo quedó en una sola vez.
Pero también nos podemos encontrar con muchas personas que utilizan el término «¡salud!»tras escuchar estornudar a alguien. Es una forma de desear que no caiga enferma, pues desde bien antiguo se tenía la convicción de que un estornudo era el primer síntoma de cualquier enfermedad contagiosa.
También hay que añadir que la palabra salud (tras un estornudo) suele ser utilizada por personas no creyentes sin el componente supersticioso que adquirió en sus orígenes.
Fuente: http://blogs.20minutos.es/yaestaellistoquetodolosabe/category/curiosidades-de-los-papas/