Por: Diana Bello*
Ashlee Hall, de 6 años, vive en México y se mantiene en contacto permanentemente con sus amigos y familiares de Colombia, Japón y Estados Unidos por medio de su cuenta en Facebook administrada por su mamá. Una niña en un colegio de Bogotá fue víctima de suplantación de identidad a través de una red social y ahora sufre el rechazo de sus compañeros. Definitivamente la tecnología está cambiando la forma como interactúan socialmente los niños: un fenómeno con pros y contras.
Para Biviana Delgado, sicóloga clínica del Montessori British School, cuando los menores están conectados sin supervisión o control, se corre el riesgo de que más adelante tengan dificultades para socializar en el mundo presencial. “Si se pierde el hábito de interactuar cara a cara, después hay un desconocimiento sobre cómo hacerlo”, dice.
Gonzalo Piñeros, periodista y autor del libro Historias reales de redes virtuales, por el contrario, explica que “los estudiosos afirman que las redes sociales, usadas en su justa medida, estimulan todas las capacidades para relacionarse y potencian los talentos de las personas”.
Sin embargo, de acuerdo con el autor, hasta ahora están apareciendo las primeras generaciones que han crecido con las redes sociales, por lo que no se puede saber con seguridad cuál será su impacto real a futuro.
Somos seres sociales
Según Biviana Delgado, durante los primeros 5 años de vida hay un impacto significativo de todo en la vida de un niño, mediado por la figura de autoridad, la relación de sus padres, el contexto educativo, la sociedad y las relaciones que comienza a construir. “Los eventos que ocurran desde el nacimiento hasta los 18 años, momento en que se consolida totalmente la personalidad, influirán en un 80 por ciento en lo que suceda con ese menor más adelante”, afirma.
En este orden de ideas, el contacto cara a cara con otras personas desde los primeros días es fundamental. “Varios estudios sobre sicología han demostrado que desde el nacimiento, e incluso en la gestación, el ser humano necesita de una interacción física y verbal para un sano crecimiento. Por eso es tan importante que un bebé vea a su madre al rostro y ésta le hable, pues así empezará a reconocer el mundo en que nació y a hacer una lectura de las emociones”, añade.
Luego, cuando el pequeño llega a la etapa escolar, su necesidad por relacionarse con otros aumenta, ya que es así como empieza a adquirir habilidades emocionales y sociales; a darse cuenta de que existen otras personas a su alrededor, además de sus padres, y a reconocerse como un ser individual que forma parte de un grupo. Este aprendizaje, del cual no se puede prescindir, es el que lo ayudará a definir y fortalecer su identidad (quién soy), a identificar la manera como lo perciben los demás y a desarrollar empatía.
Según el libro Los principios del cerebro en los niños, la coordinación social es una gran habilidad de supervivencia que resulta útil para entenderse con el vecino o lidiar con situaciones más complejas. Una de las formas de adquirirla es a través del trabajo en equipo. “La capacidad de cooperar en un escenario de alto riesgo requiere de un conocimiento íntimo de las intenciones y motivaciones del otro”, cita el texto.
De ahí que sea tan importante fomentar una socialización en la que pueda enfrentarse con la expresión y gestos de otros. Cuando este proceso no se lleva a cabo en la intensidad recomendada y, en cambio, se sustituye por uno en el que se tiene más control sobre las respuestas que se dan a los demás, así como las que se reciben
(una persona puede decidir apagar el computador si no le gusta lo que lee), se puede afectar la motivación hacia el prójimo.
“Cuando se utiliza la tecnología con demasiada frecuencia, los menores encuentran la posibilidad de adquirir emociones positivas sin salir de la casa y empiezan a reemplazar la salida con los amigos por los videojuegos o Internet, pues a través de ellos tienen una experiencia similar de satisfacción que al socializar, lo cual inhibe su necesidad de hacerlo”, añade la experta.
Cabe aclarar, sin embargo, que no a todos los niños que se conectan en exceso les sucede lo mismo, pues algunas personas son por naturaleza extrovertidas y así mismo nacen y crecen en un ambiente extrovertido. Si, por el contrario, se encuentran en un hogar pasivo en lo social en el que no se incentiva la comunicación y el contacto con otros y además se aíslan debido a la tecnología, se incrementa el riesgo.
En estos casos es posible que, además de lo mencionado, se afecte el desarrollo afectivo que se gesta a partir de las relaciones humanas. “Las tecnologías son una herramienta en la que difícilmente hay reciprocidad o retroalimentación sobre las percepciones del otro. La ausencia de estos dos factores puede incidir en que un niño tenga mayor dificultad para reconocer emociones en otros niños o para solucionar problemas cuando no los pueda controlar como controla la tecnología”, agrega.
Para María Isabel Guerrero, sicóloga clínica infantil especialista en comportamental cognoscitiva, los niños que usan redes sociales, videojuegos o Internet en exceso suelen bajar la mirada cuando están frente a alguien, no sostienen una conversación, no saludan y son intolerantes a las críticas. Ella aconseja no permitir la entrada a redes sociales ni adquirir una cuenta de correo electrónico antes de los siete años. Facebook, por ejemplo, autoriza sólo a los mayores de 13 años a crear un perfil. “La libertad puede comenzar a esa edad si hay buena comunicación y confianza”, agrega.
Existen redes sociales especiales para niños más pequeños y recomendadas por expertos. Las experiencias positivas en las redes sociales son muchas: un hombre adoptado encontró a su madre biológica por las redes sociales, o Aschlee Hall, que mantiene contacto con su familia y sus amigos. a través de Facebook.
Fuente: http://www.abcdelbebe.com/nino/preescolar/comportamiento/uso-excesivo-de-aparatos-tecnologicos-afecta-la-socializacion-de-los-
Ashlee Hall, de 6 años, vive en México y se mantiene en contacto permanentemente con sus amigos y familiares de Colombia, Japón y Estados Unidos por medio de su cuenta en Facebook administrada por su mamá. Una niña en un colegio de Bogotá fue víctima de suplantación de identidad a través de una red social y ahora sufre el rechazo de sus compañeros. Definitivamente la tecnología está cambiando la forma como interactúan socialmente los niños: un fenómeno con pros y contras.
Para Biviana Delgado, sicóloga clínica del Montessori British School, cuando los menores están conectados sin supervisión o control, se corre el riesgo de que más adelante tengan dificultades para socializar en el mundo presencial. “Si se pierde el hábito de interactuar cara a cara, después hay un desconocimiento sobre cómo hacerlo”, dice.
Gonzalo Piñeros, periodista y autor del libro Historias reales de redes virtuales, por el contrario, explica que “los estudiosos afirman que las redes sociales, usadas en su justa medida, estimulan todas las capacidades para relacionarse y potencian los talentos de las personas”.
Sin embargo, de acuerdo con el autor, hasta ahora están apareciendo las primeras generaciones que han crecido con las redes sociales, por lo que no se puede saber con seguridad cuál será su impacto real a futuro.
Somos seres sociales
Según Biviana Delgado, durante los primeros 5 años de vida hay un impacto significativo de todo en la vida de un niño, mediado por la figura de autoridad, la relación de sus padres, el contexto educativo, la sociedad y las relaciones que comienza a construir. “Los eventos que ocurran desde el nacimiento hasta los 18 años, momento en que se consolida totalmente la personalidad, influirán en un 80 por ciento en lo que suceda con ese menor más adelante”, afirma.
En este orden de ideas, el contacto cara a cara con otras personas desde los primeros días es fundamental. “Varios estudios sobre sicología han demostrado que desde el nacimiento, e incluso en la gestación, el ser humano necesita de una interacción física y verbal para un sano crecimiento. Por eso es tan importante que un bebé vea a su madre al rostro y ésta le hable, pues así empezará a reconocer el mundo en que nació y a hacer una lectura de las emociones”, añade.
Luego, cuando el pequeño llega a la etapa escolar, su necesidad por relacionarse con otros aumenta, ya que es así como empieza a adquirir habilidades emocionales y sociales; a darse cuenta de que existen otras personas a su alrededor, además de sus padres, y a reconocerse como un ser individual que forma parte de un grupo. Este aprendizaje, del cual no se puede prescindir, es el que lo ayudará a definir y fortalecer su identidad (quién soy), a identificar la manera como lo perciben los demás y a desarrollar empatía.
Según el libro Los principios del cerebro en los niños, la coordinación social es una gran habilidad de supervivencia que resulta útil para entenderse con el vecino o lidiar con situaciones más complejas. Una de las formas de adquirirla es a través del trabajo en equipo. “La capacidad de cooperar en un escenario de alto riesgo requiere de un conocimiento íntimo de las intenciones y motivaciones del otro”, cita el texto.
De ahí que sea tan importante fomentar una socialización en la que pueda enfrentarse con la expresión y gestos de otros. Cuando este proceso no se lleva a cabo en la intensidad recomendada y, en cambio, se sustituye por uno en el que se tiene más control sobre las respuestas que se dan a los demás, así como las que se reciben
(una persona puede decidir apagar el computador si no le gusta lo que lee), se puede afectar la motivación hacia el prójimo.
“Cuando se utiliza la tecnología con demasiada frecuencia, los menores encuentran la posibilidad de adquirir emociones positivas sin salir de la casa y empiezan a reemplazar la salida con los amigos por los videojuegos o Internet, pues a través de ellos tienen una experiencia similar de satisfacción que al socializar, lo cual inhibe su necesidad de hacerlo”, añade la experta.
Cabe aclarar, sin embargo, que no a todos los niños que se conectan en exceso les sucede lo mismo, pues algunas personas son por naturaleza extrovertidas y así mismo nacen y crecen en un ambiente extrovertido. Si, por el contrario, se encuentran en un hogar pasivo en lo social en el que no se incentiva la comunicación y el contacto con otros y además se aíslan debido a la tecnología, se incrementa el riesgo.
En estos casos es posible que, además de lo mencionado, se afecte el desarrollo afectivo que se gesta a partir de las relaciones humanas. “Las tecnologías son una herramienta en la que difícilmente hay reciprocidad o retroalimentación sobre las percepciones del otro. La ausencia de estos dos factores puede incidir en que un niño tenga mayor dificultad para reconocer emociones en otros niños o para solucionar problemas cuando no los pueda controlar como controla la tecnología”, agrega.
Para María Isabel Guerrero, sicóloga clínica infantil especialista en comportamental cognoscitiva, los niños que usan redes sociales, videojuegos o Internet en exceso suelen bajar la mirada cuando están frente a alguien, no sostienen una conversación, no saludan y son intolerantes a las críticas. Ella aconseja no permitir la entrada a redes sociales ni adquirir una cuenta de correo electrónico antes de los siete años. Facebook, por ejemplo, autoriza sólo a los mayores de 13 años a crear un perfil. “La libertad puede comenzar a esa edad si hay buena comunicación y confianza”, agrega.
Existen redes sociales especiales para niños más pequeños y recomendadas por expertos. Las experiencias positivas en las redes sociales son muchas: un hombre adoptado encontró a su madre biológica por las redes sociales, o Aschlee Hall, que mantiene contacto con su familia y sus amigos. a través de Facebook.
Fuente: http://www.abcdelbebe.com/nino/preescolar/comportamiento/uso-excesivo-de-aparatos-tecnologicos-afecta-la-socializacion-de-los-