Una caricatura


La nariz de un hombre constituye uno de sus rasgos más prominentes, y así, cuando se hace de él un retrato, es posible agrandarla de tal modo que los ojos, boca, y todo el resto de su cara queda reducido a algo insignificante. El retrato entonces deja de serlo y se convierte en una caricatura.

En forma parecida, es posible proclamar ciertas doctrinas importantes del evangelio con tanta intensidad, que las demás de ellas quedan relegadas a la sombra, y la predicación ya no es un anuncio del evangelio en su belleza natural, sino una caricatura de la verdad. Y debo confesar que hay algunas personas que parecen ser muy afectas a esta caricatura. - C.H. Spurgeon

Con esta cita de tan afamado predicador podemos decir que a través de la historia del cristianismo siempre ha existido la tendencia a hacer del evangelio una caricatura. Pablo mismo hace un llamado de los Gálatas, les dice que está asombrado por lo rápido que han dejado el evangelio para pasarse a otro, renunciando a la gracia de Cristo (Gá 1:6), y dice el apóstol que lo hacen porque otros están sembrando confusión y tergiversan, como en las caricaturas, la realidad del evangelio.

Al final del libro de Apocalipsis, Juan hace la advertencia de que el que quite palabras de ese libro de profecía, el que haga una caricatura de ese libro, entonces Dios lo borrará del libro de la vida y no gozará de las promesas allí descritas (Ap. 22:19). Es la verdad y no la expresión verbal de la verdad lo que no se debe alterar. En otras partes de la Biblia encontramos advertencias a no caricaturizar las escrituras, como el caso de Deuteronomio 4:2, así como en 2 Corintios 11 Pablo hace referencia a los falsos apóstoles que hacían caricaturas de Cristo.

Pablo llama a los corintios a no dejarse llevar por la facilidad de palabra con que algunos exponían esa caricatura de evangelio, es probable que algunos de estos falsos apostoles tuvieran gran facilidad de palabra y que fueran profesionales, pero Pablo no quería que se dejaran alucinar por estos impostores.

Hay una historia famosa de un grupo de personas que estaban comiendo juntas. Tras la comida, se decidió que cada una recitara algo. Un famoso actor se levantó y, usando todos los registros de su bien entrenada voz y su mejor técnica de arte dramático, recitó el Salmo 23, y recibió tal aplauso que más bien podría llamarse ovación. Le seguía un hombre normal y corriente que era un sencillo creyente, y también él empezó a recitar el Salmo 23, tomándolo algunos a broma al principio. Pero, conforme proseguía, todos escuchaban con atención reverente. Cuando terminó continuó el silencio, que era más elocuente que el mayor aplauso; y entonces el actor se incorporó y dijo: «Amigo, yo conozco el Salmo, pero tú conoces al Pastor.»

Conocer al Pastor nos va a ayudar a reconocer cuando es una caricatura, conocer al Pastor nos ayudará a no ser engañados con caricaturas de su Palabra.