Rompiendo con Ismael

La batalla entre Ismael e Isaac ha sido muy prolongada. Hoy día vemos la semilla de Ismael (árabes) y la semilla de Isaac (judíos) siempre peleando. La historia empieza cuando Dios llama a Abraham hacia la tierra de Canaán. Dios les prometió una semilla de la cual nacería Isreal. Por su edad y la esterilidad de Sara esa promesa les pareció imposible, sin embargo, Abraham le creyó a Dios.

Tuvo que pasar unos 25 años, cuando Abraham cumpliera casi los 100 años, para que naciera su hijo Issac, hijo de Abraham y Sara. Aquí podemos ver los cristianos de hoy en día que Dios cumple lo que promete, aunque el tiempo de cumplir no es el tiempo que deseamos. La semilla que Dios prometió a Abraham fué Isaac. La semilla que Dios quiere que el cristiano manifieste es Cristo:

"Ahora bien, las promesas se le hicieron a Abraham y a su descendencia. La Escritura no dice: «y a los descendientes», como refiriéndose a muchos, sino: «y a tu descendencia»,dando a entender uno solo, que es Cristo" (Gál 3:16).

Antes de esos 25 años, Abraham tuvo un hijo con Agar, Ismael, ante la duda a la promesa decidió actuar por su cuenta. Esto representa una imagen de los dos pactos, el Antiguo y el Nuevo Pacto:

"¿Acaso no está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre? El de la esclava nació por decisión humana, pero el de la libre nació en cumplimiento de una promesa. Ese relato puede interpretarse en sentido figurado: estas mujeres representan dos pactos. Uno, que es Agar, procede del monte Sinaí y tiene hijos que nacen para ser esclavos. Agar representa el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la actual ciudad de Jerusalén, porque junto con sus hijos vive en esclavitud. Pero la Jerusalén celestial es libre, y ésa es nuestra madre" (Gál 4:23-26).

El pacto que escogemos se relaciona con el método del que dependemos para manifestar la "semilla", y automáticamente determinará cuál semilla se manifestará. Los pactos se diferencian bastante el uno del otro en cuanto a nuestra relación con Dios. El primero depende de las obras, donde debemos hacer algo para manifestar lo que Dios desea. El ejemplo lo constituye Abraham cuando decidió tener un hijo con la criada de Sara, y el resultado fué Ismael. Ni el método ni la semilla fueron los correctos ante los ojos de Dios.

En contraste tenemos el Nuevo Pacto, su método es esperar en Dios para que Él cumpla su promesa. La semilla que se manifestará será Cristo. Lo que fluirá de nosotros no será nuestro propio esfuerzo e intentos de agradar a Dios, sino la misma vida y naturaleza de Cristo. Pablo lo describe así:

"He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí" (Gál 2:20).

Desde el puro principio de nuestra vida cristiana, Dios desea que Cristo se manifieste en la vida del creyente en vez de solo ver el cristianismo (Stgo 1:22).

Como en el caso de Abaham, el cristiano, con el pasar del tiempo sin tener respuesta real a sus peticiones, puede empezar a considerar otros métodos para ayudar a que la manifestación de Cristo se lleve a cabo. En este punto se puede caer en un peligro más grande. Permanecer infructuoso y esperar a que Isaac venga son cosas muy difíciles, sobre todo cuando vemos a nuestro alrededor a otros cristianos viviendo una vida aparentemente muy fructífera.

Puede haber gente viviendo realmente por la vida de Cristo en vez de su propia vida:
"Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria" (Col 3:1-4); y puede haber otros que estén viviendo por el Antiguo Pacto y están presentándole sus esfuerzos (Ismael) a Dios como algo aceptable.

Entre los dos grupos tal vez halla algunos que todavía no han manifestado ni a Ismael ni a Isaac y están simplemente esperando en Dios. Un profundo deseo de complacer a Dios también puede causar que queramos hacer cosas para el Señor que vienen de Agar más que manifestar la vida de Cristo. Aún con estas cosas empujando y jalando en nuestras vidas, dentro de nosotros, es posible continuar con la fe.

Puede que parezca que no estamos haciendo nada, pero estamos muy activos, estamos confiando en el Señor y en su promesa, y esperándola pacientemente. En ocasiones debemos actuar en fe, pero en otras debemos esperar en fe. Estas dos opciones se consideran vivir por fe. Dios desea profundamente que nosotros confiemos en Él:


" En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que Él existe y que recoompensa a quienes lo buscan" (Heb 11:6).


Aún en esterilidad, si le mostramos a Dios nuestra confianza, Él se complace. Dios desarrolla sus planes en etapas, como un árbol, el fruto no aparece inmediatamente cuando uno siembra la semilla:


"Jesús continuó: El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra. Sin que sepa cómo, y ya sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla. La tierra da fruto por sí sola; primero el tallo, luego la espiga y después el grano lleno en la espiga. Tan pronto como el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha" (Mar 4:26-29).


Aún más, el cristiano no manifiesta automáticamente la naturaleza de Cristo apenas nace de nuevo. Debe tener un tiempo de espera ante el Señor para que su Hijo sea formado en los creyentes.
"Bueno es Jehová con los que en Él esperan, con el alma que le busca" Lam 3:25


Nunca deberíamos darle a Agar semilla ni permitirle concebir. El pensamiento de nuestra mente concibe planes, ministerios y otras cosas que solo producen a Ismael. Sin embargo, las buenas nuevas son que usted no tiene por que vivir con la mentalidad de Agar ni con su semilla, éstas se pueden echar fuera. Si usted ya ha manifestado a Ismael, hay un solo remedio: la cincuncisión. La carne debe ser cortada del cuerpo. La circunsición sucede en la mente. Como Abrahan, Dios lleva al cristiano en un proceso de separación de Ismael. Es aquí donde entre en Nuevo Pacto, el Isaac manifestado en nuestras vidas.